Esta semana nos gustaría compartir con vosotros un cuento del que, como todos los cuentos, algo podemos aprender.
Quizás, tal como a mi me suele ocurrir, eres de los que quiere resultados inmediatos. Sin embargo, casi todo en este mundo requiere su tiempo. Bueno, os dejamos con el cuento que lo explica mucho mejor que yo. Espero que te guste y que puedas aprender algo, como nosotros, en De Sousa Visión, hemos hecho.
Hace mucho tiempo, dos agricultores iban caminando por un mercado cuando se pararon ante el puesto de un vendedor de semillas, sorprendidos por unas semillas que nunca habían visto.
“Mercader, ¿qué semillas son estas?”, le preguntó uno de ellos.
“Son semillas de bambú. Vienen de Oriente y son unas semillas muy especiales”.
“¿Y por qué habrían sido de ser tan especiales?”, le espetó uno de los agricultores al mercader.
“Si os las lleváis y las plantáis, sabréis por qué. Sólo necesitan agua y abono”.
Así, los agricultores, movidos por la curiosidad, compraron varias semillas de esa extraña planta llamada bambú.
Tras la vuelta a sus tierras, los agricultores plantaron esas semillas y empezaron a regarlas y abonarlas, tal y como les había dicho el mercader.
Pasado un tiempo, las plantas no germinaban mientras que el resto de los cultivos seguían creciendo y dando frutos.
Uno de los agricultores le dijo al otro: “Aquel viejo mercader nos engañó con las semillas. De estas semillas jamás saldrá nada”. Y decidió dejar de regar y abonarlas.
El otro decidió seguir cultivando las semillas con lo que no pasaba un día sin regarlas ni abonarlas cuando era necesario.
Seguía pasando el tiempo y las semillas no germinaban.
Hasta que un buen día, cuando el agricultor estaba a punto de abandonar, se sorprendió al encontrarse con que el bambú había crecido. Y no sólo eso, sino que las plantas alcanzaron una altura de 30 metros en tan solo 6 semanas.
¿Como era posible que el bambú hubiese tardado 7 años en germinar y en sólo seis semanas hubiese alcanzado tal tamaño?
Muy sencillo: durante esos 7 años de aparente inactividad, el bambú estaba generando un complejo sistemas de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después la planta.
Y aquí está la moraleja de este cuento: si no consigues lo que anhelas inmediatamente, no desesperes. Seguramente estás echando raíces. Persevera y no desesperes.